
No se trata de tránsfugas ni nadie que haga alarde de su recientemente adquirida “madurez política”. ¡Son los legítimos! Aquellos carros y otras máquinas muy populares en la industria forestal, y otros juguetes que combinan las eternas carreras yanquis con el gigantismo japonés, están haciendo una nueva edición de esta saga idiota en Tarapoto. Y es que no hay pueblo tan alucinante como este, donde un alcalde estriptis recibió una revelación divina: la mitad de las calles pobladas de ciclistas, autos voladores y ni una alameda para miles de personas que caminan sobre brasas de concreto. Todo en off, porque el sonido es apenas un problema para las gentes, a quienes se les tiene negado el don de la audición y el susurro.
Y como para terminar la tarea de los incompetentes gobernantes de este pueblo pujante, los Transformers enfocaron la puntería en lo único que queda de naturaleza en esta onomatopéyica ciudad: la puerta de entrada a la Cordillera Escalera, donde el Centro Urku y otras organizaciones realizan desde hace décadas una importante labor de conservación del paisaje y diversidad amazónica. Un lugar cercano a la urbe donde alguien aún puede escuchar el rumor del río, ver los monos jugar o escuchar el canto de las aves endémicas. Esta es una de las zonas más importantes de Tarapoto por el dinamismo económico que genera y la cantidad de visitantes que recibe.
Podemos entender a los Transformers, a los alcaldes… pero a veces es difícil comprender a nuestros pueblos. El preludio de este gran acontecimiento (la llegada de estas máquinas prodigiosas) me hace pensar en los cuentos de Ishpico Cainamari sobre el primer avión que llegó a Tarapoto. ¡Qué poco hemos cambiado! Luego de años, meses de solicitudes, el alcalde “se puso las pilas” y mandó recoger la basura de las calles, mandó a construir y pintó una berma… todo para que los Transformers vean lo moderno que es su pueblo. Los vecinos que siempre reclamaron por el mal estado de la única carretera de acceso ahora ven con beneplácito como la desmejoran excavadoras y camiones repletos de ripio, haciendo entradas y carreteras, sin permiso de habilitación por supuesto, en los terrenos privados de tirios y troyanos.
Me imagino que las autoridades de turismo se sienten en la Gloria con esta noticia, pues por fin nuestros amigos Transformers han decidido violar “la virginidad de esta selva para atraer el posicionamiento estratégico del destino Tarapoto” -cita prestada a don Ishpico-. ¿No saben lo que simbolizan estas máquinas -útiles por cierto para el desarrollo, nadie lo objeta- para la Amazonia y sus defensores? ¿Qué coherencia tiene su producto barato “naturaleza” con olor a grasa y gasolina?
Autor: Dr. C. Carlos Daniel Vecco Giove