
Un poco de historia
Desde siempre, las abejas guardan una relación especial con las sociedades humanas, las cuales han sabido valorar los beneficios de la miel y otros productos. Los egipcios por ejemplo, fueron los primeros apicultores en domesticar la abeja melífera (Apis mellifera) en cajas de crianza; mientras que los griegos otorgaron un carácter divino a las abejas, al considerarlas como hijas del arcoíris y de las estrellas.
Para los pueblos antiguos del Viejo Mundo, el manejo de las abejas era ritual y sagrado. Las cosechas de miel eran motivo de ofrendas para los dioses y se hacían respetando los ciclos productivos naturales.
Otro tanto sucedió allende el océano; donde los pueblos precolombinos aprendieron a manejar ciertas abejas, que por tener los aguijones atrofiados, son conocidas hoy como abejas sin aguijón. Pertenecientes a un grupo cercanamente emparentado con la abeja melífera, estos insectos producen miel, almacenan polen, elaboran propóleos y cera.

Los mayas yucatecos, por citar un ejemplo, no sólo llegaron a criar eficazmente a estas abejas, sino que plasmaron esta estrecha relación en su cultura, cosmogonía y tecnología. Muchos pueblos amazónicos en tanto, todavía aprovechan estas especies en estado silvestre con fines alimentarios, medicinales, e incluso espirituales, como el caso de uso de mieles psicoactivas en el Brasil.
Hoy en día…
Con el tiempo, el aprovechamiento y crianza ancestral de las abejas sin aguijón empezó a desaparecer en muchas partes del mundo por la introducción de las abejas melíferas, más productivas. Luego, la producción de azúcar de caña, se presentó una alternativa más rentable, con respecto a la de la miel. Hoy que las abejas han perdido su antiguo carácter sagrado.
El capitalismo con sus despiadadas leyes ha extendido sus dominios hacia las sociedades de las abejas melíferas; llevadas a cada rincón del mundo, bajo un sistema de manejo que exige altos niveles de producción para maximizar ganancias.
Este excesivo empeño, acompañado del uso de plaguicidas que buscan incrementar la productividad en la agricultura, habrían desencadenado desde 2006 el “colapso de las colonias de abejas melíferas”: un síndrome caracterizado por la desaparición de las obreras y que viene afectando sólo en los Estados Unidos a un 30% o 40% de las colonias manejadas de esta especie, según datos de la Fao. Esto es muy grave, si consideramos el fundamental papel que cumplen las abejas en la polinización de la flora nativa y los cultivos importantes para la economía mundial.
Metafóricamente hablando, esta “huelga de las abejas” trae a discusión el carácter de nuestra sociedad de consumo, que oprime a los humanos y a la naturaleza sin distinción. Aunque como a muchos insectos sociales, les hemos atribuido el desarrollo de castas, en la misma medida que nuestras desigualdades; las abejas presentan una sociedad sorprendente, con varios misterios no resueltos y mecanismos biológicos surgidos millones de años antes de que la especie humana habitara la Tierra.
Paradójicamente, en varios países considerados como biodiversos, se reproduce el modelo tiránico de aprovechamiento de las abejas. Aunque la investigación científica propone nuevas modalidades de crianza de abejas sin aguijón para fundamentar lo que hoy conocemos como meliponicultura tecnificada.
El camino es aún difícil; debido a la superficialidad de los conocimientos y a la frecuente depredación de las colonias silvestres. A menudo sucede que los apicultores que desean incursionar en la meliponicultura, replican el enfoque y las técnicas utilizadas en el manejo de abejas melíferas; con el fin de maximizar la producción, y sin considerar que las abejas sin aguijón presentan características biológicas y ecológicas diferentes con respecto a las primeras.
La meliponicultura es una nueva oportunidad para la humanidad. No sólo para garantizar buenas técnicas de manejo, al tiempo que proporcionar a las abejas ambientes de cultivos agrícolas libres de contaminantes. Se trata de construir un modelo de crianza responsable, que ponga en primer lugar el respeto hacia estos seres y hacia nosotros mismos, y que contribuya a rescatar la antigua y sagrada relación que existía entre humanos y abejas.
Nota:
En el Perú, la fauna de abejas está representada por más de 900 especies, entre las cuales más de 175 corresponden a abejas sin aguijón; muchas aún no descritas. A pesar de su importancia como polinizadores en los sistemas naturales y cultivos comerciales, la agenda de investigación no presta atención a los meliponinos en el país. Los pocos estudios que se han realizado muestran una la prometedora diversidad factible de criarse, que sólo en el ámbito restringido de la Cordillera Escalera en el departamento de San Matín, por lo menos ascendería a 50 especies.